Nada más levantarme hoy me he tropezado con la noticia del dia. El presidente de Estados Unidos compareciendo un domingo por la noche para anunciar la muerte de Bin Laden.
Aunque no deja de producirme suspicacia esta noticia. La persona más buscada del mundo muere en un tiroteo lo cual impide un jucio contra el mismo. Y encima, tras identificar el cuerpo por métodos que aún no han definido claramente, este es enterrado... en el mar!!! Adios a cualquier posible exumación, a cualquier posible contraste o confirmación de la hipótesis. Nos lo creemos y punto. Como siempre. Y más cuando esto se calificaría como un gran logro de Obama que permitiría elevar su popularidad. Sospechoso. Verdad? Aun así me voy a permitir darle un voto de confianza y creer que la noticia es cierta.
Hasta aquí debería sentirme aliviado. La cabeza de una de las mayores organizaciones terroristas ha desaparecido. Quizás incluso podría sentirme feliz de que al fin se ha hecho justicia.
Sin embargo, mis dudas empiezan a surgir cuando veo la reacción mundial. En Nueva York lo celebran con fiestas y banderitas muy al estilo americano. El periódico The New York Post dice "El bastardo ha muerto". Peter King, representante de los neoyorquinos en el Congreso de EE UU, comenta "Ha tenido lo que se merecía".
No puedo dejar de recordar la frase "Muchos de los que viven merecen morir y algunos de los que mueren merecen la vida ¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte". Y a mi esto empieza a olerme más a venganza al estilo viejo oeste que a justicia. No me cuesta mucho ver a Obama como un lint Eastwook revolver en mano en "Infierno de cobardes" dispuesto a repartir justicia/venganza a golpe de tiros.
No digo que no tengamos que alegrarnos por un supuesto exito en la lucha contra el terrorismo pero, ya que nos hemos cargado con la tarea de extender la justicia por el mundo, quizás deberíamos ser cuidadosos con la forma en que la impartimos. Así que no puedo evitar terminar con esta frase:
El verdadero modo de vengarse de un enemigo es no parecérsele.
Marco Aurelio (121-180) Emperador romano.
